Las películas, como los libros, son medios para transmitir ideas y sentimientos. Cuando son mediocres, se usan y se descartan, como la comida rápida. Las buenas películas, en cambio, nos transforman además de entretenernos. Dejan su impronta, cambian la forma en la que vemos el mundo. Cuando además de profunda, una película fusiona una cuidada estética, el arte se disfruta como un paseo, se saborea paso a paso. Este es el caso de Ghost in the Shell, con cuidadas escenas de acción, mucha introspección y momentos que no tienen más propósito que reflejar un estado mental mediante la estética de una ciudad desordenada, viva, pero a la vez solitaria e impersonal.
Los tiempos de la película marcan un claro ritmo de introspección. Esta no es una película de acción, sino una película contemplativa que contiene escenas de acción. Motoko Kusanagi actúa y sólo sonríe cuando está cumpliendo con su propósito (combatir), pero el resto del tiempo, cuando la vida le da espacio, se pregunta quién es, qué quiere, si está viva, si es real. ¿Cuántas veces encontramos una pausa en nuestro ritmo de vida frenético para pensar quienes somos y qué queremos? Pienso, luego existo. ¿Porqué existo? ¿Para qué existo? ¿Cuántas veces necesitamos estar ocupados o entretenidos con el sólo propósito de no pensar justamente en eso?
Batou: Cuéntame, ¿cómo se siente estar buceando?
Kusanagi: ¿Cómo? Pensé que habías pasado por el entrenamiento submarino.
Batou: Pregunto cómo es en el océano, no en una maldita piscina.
Kusanagi: Siento miedo. Frío. Soledad. A veces, allá abajo siento algo de esperanza.
Batou: ¿Esperanza, ahí? ¿En aquellas aguas profundas y oscuras?
Kusanagi: Mientras floto lentamente hacia la superficie es como si pudiera sentir que me transformo en otra cosa.
Motoko inconscientemente reproduce la escena de su propio renacimiento. Está viva, pero todavía quiere "nacer". Transformarse en otra cosa, encontrar un sentido, un destino. Pasa buena parte del tiempo cuestionando su identidad, pero ante la perspectiva de modificarla, reacciona intentando preservarse.
Kusanagi: Estás hablando de redefinir mi identidad. Quiero una garantía de que todavía seré yo misma.
Puppet Master: No hay garantías. ¿Para qué las querrías? Todas las cosas cambian en un ambiente dinámico. Tu esfuerzo por permanecer como eres es lo que te limita.
¿Cuánto tiempo pasamos aferrados a una imagen nuestra, a lo que creemos que somos? Dejamos que la carrera que estudiamos 5 años defina irrevocablemente los próximos 50, que la imagen de juventud nos pese durante la adultez al punto de hacer cosas ridículas con nuestro cuerpo, cambiamos sueños por estabilidad, dejamos que nuestros miedos definan nuestras acciones… ¿Quienes somos? ¿O acaso pensamos que lo que somos no es algo dinámico también, que cambia y evoluciona con el tiempo?
La tecnología avanza y el hombre no duda en tomar sus ventajas. Pero, ¿estamos preparados para los cambios que esto supone? Una vida de experiencia parece muy poco para adaptarse. Motoko resiente su cuerpo cibernético, que le hace cuestionar su propia humanidad, y lo demuestra con una falta completa de pudor al desnudarse en público y hasta con cierta indiferencia, forzándolo hasta romperlo. En cambio Batou, que no comparte sus dudas, es quien se encarga de cubrir sus desnudez.
Batou: Tienes tejido cerebral verdadero dentro de tu cabeza de titanio. Y eres tratada como un ser humano, ¿no?
Kusanagi: ¿Alguna vez has visto tu propio cerebro? Sólo creo que existo basada en lo que me dice mi entorno.
Esta pregunta la repetimos desde tiempos inmemoriales con mis amigos desde que vimos GITS por primera vez. ¿Dónde está el límite de lo humano? ¿Si perdés un brazo y lo reemplazás por uno cibernético seguís siendo humano? ¿y ambos? ¿Y las piernas? ¿Y el corazón? ¿Y si reeemplazás todo el cuerpo? ¿Cuál es el límite de lo humano? ¿El cerebro? ¿Y si repetimos el mismo proceso? ¿Perdés la parte que te permite ver y la reemplazamos con un chip? ¿Y la que procesa el habla? ¿La memoria? En definitiva, ¿dónde reside el alma?
En otro momento, Motoko reflexiona sobre la compulsión del hombre hacia la tecnología. "Si una proeza tecnológica es posible, el hombre tratará de alcanzarla. Es casi como si estuviera grabado en la misma esencia de nuestro ser". Hay muchas aristas en esta afirmación. La tecnología es una fuerza que avanza de forma simbiótica con la humanidad, moldeada por esta, pero como una entidad casi paralela, que se ramifica, se combina y evoluciona de forma inexorable. El árbol evolutivo de la tecnología es tan rico como el de la vida. Pero la película redobla sobre el tema, y ataca más profundo el tema de la vida desdibujando las barreras entre vida y tecnología. En las palabras del Puppet Master, la primera entidad no biológica viva y consciente.
Puppet Master: Lo que están viendo ahora es una muestra de mi libre albedrío. Como una forma de vida consciente, demando asilo político.
Aramaki: ¿Es esto una broma?
Nakamura: ¡Esto es ridículo! ¡Simplemente eres un programa que trata de protegerse!
Puppet Master: También se puede argumentar que el ADN no es más que un programa diseñado para auto preservarse. La vida se ha tornado más compleja en el abrumador mar de información. Y la vida, cuando se organiza en especies, descansa en los genes para ser su sistema de memoria. Así mismo, el hombre es un individuo a causa de su memoria intangible, y la memoria no puede ser definida, pero define a la humanidad. El advenimiento de las computadoras, y la subsecuente acumulación de cantidades incalculables de datos han dado lugar a un nuevo sistema de memoria y pensamiento paralelo al suyo. La humanidad ha subestimado las consecuencias de la computarización.
Hay quienes advierten sobre los riesgos (como especie) que nos podría presentar el advenimiento de la Inteligencia Artificial. Algo que no está limitado por un cuerpo biológico, que puede aumentarse, multiplicarse, que no está atada al ciclo de vida y muerte, que podría revertir de la noche a la mañana el dominio del hombre sobre este planeta, y dejarnos a su merced. Algo que podría no regirse por nuestras leyes morales, y sin embargo que podría resolver para siempre los problemas de la humanidad: energía, enfermedad, hambre, pobreza. Pero, ¿es realmente evitable? Desde que el hombre se diferenció de los animales por el uso del fuego y afiló la punta de un palo para convertirlo en una lanza, ¿no está nuestro destino como especie atado a la tecnología? Si algo es posible, ¿cómo podríamos asegurarnos que nadie en toda la historia de la humanidad intente realizarlo? Y si es inevitable, ¿no es mejor hacerlo de forma consciente y responsable, intentando controlar el proceso? Preparar el terreno para la Inteligencia Artificial con mecanismos éticos y morales sería algo así como dar educación sexual a los adolescentes. Si sabemos que tarde o temprano va a ocurrir, ¿porqué no prepararse? ¿Realmente queremos que la primera AI surja de un accidente no planificado? ¿Qué nos depara el futuro como especie? ¿Y si la humanidad es sólo un escalón más?
En conclusión, y sin extenderme más. Si me preguntan qué me gusta de Ghost in the Shell, la respuesta es simple: admiro el arte que en lugar de ofrecernos entretenimiento vacío o respuestas baratas, nos apunta hacia las preguntas más interesantes sobre nosotros y el mundo que nos rodea.